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Crítica:

Una comedia con fantasmas

Guionista con respetable cargamento de superproducciones en el expediente, David Koepp ha desarrollado una intermitente -y, de momento, escueta- carrera como director en la que diferentes modelos de cine de género se someten a un estimulante relectura sofisticada. El cineasta tiene la habilidad de que sus películas parezcan siempre más normales de lo que, en el fondo, son. Me ha caído el muerto -desalentadora traducción del original Ghost town- se diría la respuesta luminosa a su segundo largo: El último escalón (1999), adaptación de una novela de Richard Matheson donde Kevin Bacon ejercía de atormentado puente entre el mundo de los vivos y el de los muertos.

Comedia romántica con fantasmas, Me ha caído el muerto se beneficia de un considerable toque de distinción: es la primera película que concede protagonismo absoluto a Ricky Gervais, cocreador de series televisivas tan relevantes como The Office y Extras y, sin duda, una de las escasas presencias capaces de hacer avanzar, por sí solos, el lenguaje y las estrategias de lo cómico. En la piel de un odontólogo misántropo que, tras una colonoscopia, posee la virtud de ver a los muertos, Gervais despliega su repertorio de sutiles habilidades: también paga el peaje de someterse a las convencionales mecánicas de redención que requiere el género, aunque David Koepp evita que al conjunto le suba demasiado el azúcar.

ME HA CAÍDO EL MUERTO

Dirección: David Koepp.

Intérpretes: Ricky Gervais, Greg Kinnear, Téa Leoni, Aasif Mandvi.

Género: comedia. EE UU, 2008.

Duración: 102 minutos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de febrero de 2009