Ni el frío, ni la lluvia ni el granizo lograron rebajar la temperatura de Bilbao. Desde primera hora, un autobús de dos plantas tipo Londres recorrió las calles recordando a través de su megafonía algo que nadie ignoraba ayer en una ciudad engalanada de arriba abajo con motivos rojiblancos: por la tarde se jugaba un partido de fútbol en San Mamés.
"¡Que tienen que llegar al campo!". Agentes de la Ertzaintza, megáfono en mano, perseguían un imposible: despejar la plaza de Moyúa, la principal intersección del tráfico rodado del centro de Bilbao, tomada por más de 3.000 hinchas rojiblancos, que querían arropar a sus futbolistas en su trayecto desde el hotel Carlton, en el que se concentraron, hasta el estadio: un kilómetro. Tales fueron la aglomeración y el jolgorio que muchos curiosos se hicieron con su metro cuadrado de asfalto para trasladar a los leones su porción de ánimo. Los ventanales de las modernas oficinas se llenaron de encorbatados empleados y elegantes empleadas que, entre la sorpresa y la envidia, registraban el acontecimiento en la memoria de sus teléfonos móviles. Hasta los propios jugadores del Athletic se asomaron a los balcones para fotografiar el lío.
"Ha sido un día para sentirse orgulloso del modelo del Athletic". Con esta frase resumió Joaquín Caparrós los sentimientos que le invadieron a él, a sus jugadores y a la afición. "Este era nuestro partido y no podíamos dejar pasar esta oportunidad. Es para estar orgulloso de toda la plantilla", resumió eufórico Caparrós, que saludó tras el choque a su colega Jiménez, que no ocultaba su desazón: "Nos hemos visto arrollados por el Athletic y hemos estado en sus manos. Nos ha ganado como sabía", se lamentó el técnico sevillista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 5 de marzo de 2009