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Crítica:

La rutina egoísta

No son pocos los directores occidentales que, en algún momento de sus carreras, se han sentido atraídos por la belleza, entre serena y caótica, de las grandes urbes japonesas. De Sofia Coppola a Isabel Coixet, pasando por Sydney Pollack o la alemana Doris Dörrie, que ya había rodado allí Sabiduría garantizada (1999) y El pescador y su mujer (2005), y adonde ha vuelto para contar la historia familiar de Cerezos en flor, un proyecto de ribetes autobiográficos rodado en vídeo de alta definición, quizá irregular y un punto tedioso, pero desde luego muy interesante en todo lo concerniente al tratamiento de la ingratitud de los hijos respecto de sus padres al borde o en plena edad de la jubilación.

CEREZOS EN FLOR

Dirección: Doris Dörrie.

Intérpretes: Elmar Wepper, Hannelore Elsner, Nadja Uhl, Aya Irizuki.

Género: drama. Alemania, 2008.

Duración: 127 minutos.

A la veterana Dörrie se le nota imbuida de un espíritu 'new age'

Los primeros minutos de Cerezos en flor resultan chocantes en materia de puesta en escena. A la textura y la luz del vídeo digital hay que añadir una planificación un tanto feísta, que acaba dando a la película un aspecto documental no demasiado agradecido.

Sin embargo, pronto se disipa el resquemor gracias al excelente retrato del matrimonio protagonista (un alérgico a la aventura, anclado en su trabajo de oficina y enamorado de su monotonía vital, y una eterna aspirante a la peripecia, sepultada en tal estado de rutina) y el de sus egoístas hijos, enfermos de una de las grandes lacras de la sociedad contemporánea: la incomprensión con nuestros mayores, escudada bajo la excusa de la proverbial falta de tiempo.

A la veterana Dörrie, que el año pasado nos masacró con un infantiloide panegírico neohippy llamado Cómo cocinar tu vida, se le nota en ciertos momentos imbuida de un espíritu demasiado cercano a una meditación new age poco trabajada, pero con Cerezos en flor también recuperamos a aquella aguda cineasta de Nadie me quiere (1994), experta en las carencias escondidas en cualquier esquina de la sociedad del bienestar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de marzo de 2009