Como responsable del anteproyecto de repatriar los restos de Jorge Luis Borges, me conciernen los epítetos lanzados por Vargas Llosa en EL PAÍS. Inescrupulosos caníbales (¡!) somos los argentinos que queremos honrar en nuestro suelo a quien escribiera:
"Nadie es la patria, pero todos debemos / ser dignos del antiguo juramento / que prestaron aquellos caballeros / de ser lo que ignoraban, argentinos / nadie es la patria, pero todos lo somos / arda en mi pecho y en el vuestro, incesante / ese límpido fuego misterioso".
La oda borgeana cobra actualidad, sin desconocer las opiniones políticas de Borges ni poner en duda su "cambio de opinión" en cuanto a su morada final. El mundo, hoy, cambia de opinión en asuntos de los que Vargas Llosa tal vez prefiere ni enterarse.
Mi propósito no encerraba intenciones necrofílicas, que los peronistas hemos sufrido. Mi sueño borgeano consistía en una reu-nión entre argentinos. Soñé remover esa espada, ese "desnudo acero", que separa cultura y política. Sin duda encontraremos un modo -otro modo- de acercarnos a nuestro poeta ciego, y de acercarlo a esta tierra. Su tierra. Y como "politicastra", le recuerdo a don Mario que estuvo por convertir-se en uno, y muy encumbrado, en su Perú natal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de marzo de 2009