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Análisis:EL ACENTO

Estético, reposado y profundo

José Tomás y Paco Camino devolvieron el pasado jueves las medallas de oro de Bellas Artes que habían recibido años atrás del Ministerio de Cultura como reconocimiento a su excelencia como toreros. En sendas cartas le han explicado a César Antonio Molina, el actual responsable de esa cartera, que no entienden las razones por las que se reconoce su mérito. Los términos exactos que utilizan no han trascendido, pero el rumor de fondo que se adivina detrás es que critican la ligereza con que se reparten los galardones. Este año el torero premiado fue Francisco Rivera.

El ruido ya lleva días agitando el mundo taurino. En todas las disciplinas los hay que buscan la perfección (y tienen el talento de tocarla) y los hay que se aplican simplemente a aprender el oficio (y a cumplir). Desde siempre se ha conectado lo que ocurre en el ruedo con la búsqueda de la belleza, y por eso hay muchos que reniegan de los que se limitan a dar espectáculo. Morante de la Puebla, que es de los que persiguen hacer arte en sus faenas, fue el primero en pronunciarse a propósito del reconocimiento a Rivera: una "auténtica vergüenza", dijo.

Se armó. Cayetano Rivera, hermano del galardonado, vetó a Morante, y Cayetano Martínez de Irujo, ex cuñado, hilvanó

una hilera de insultos que coronó con que era "un hombre despreciable y resentido".

Ponerse delante de un toro carga de tanta intensidad a los toreros, que ya viven así: en estado de ebullición permanente. Junto a la medalla a Francisco Rivera, el Ministerio de Cultura concedió otras 24. ¿Se imaginan que en otros sectores

se desencadenara semejante alboroto, pongamos por caso, por los premios de Ágatha Ruiz de la Prada (moda), Enrique Cerezo (productor) o Miguel Bosé (cantante y actor)?

Francisco Rivera, que desencadena en chicos y chicas un comprensible furor por su magnífica planta y que suele decepcionar cuando torea, aceptó el galardón con modestia, como un reconocimiento a su trayectoria. El departamento de Molina puede haber sucumbido a los encantos del famoseo. Es la lógica de los tiempos. Pero, en ese caso, deberían afanarse con los argumentos. Porque lo que de verdad canta es sostener la maestría de Rivera en que torea menos para poder afinar así su técnica, que resulta ahora "más estética, reposada y profunda".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de marzo de 2009