En Inglaterra, los años noventa nacieron entre raves que sin la presencia de Prodigy no habrían sido ni la mitad de apoteósicas. Tras un éxito masivo, un periodo de bloqueo y un desbloqueo que llevó a cabo Liam Howlett en solitario y que no convenció, el grupo que dinamitó el concepto de breakbeat se reagrupa y contraataca. Las canciones de su quinto álbum, con temas como Thunder y World's on fire representando su lado más reconocible, y otros como Colours enseñando su cara más pop, aportan la tranquilidad que produce verles regresar a sus raíces para provocar ese cortocircuito de adrenalina cuya marca registrada les pertenece. No es una mala noticia para unos músicos que parecían condenados a ser sus propias figuras en el Museo de Cera del Pop.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de marzo de 2009