Nicholas Negroponte ha formulado iluminaciones muy provechosas sobre la evolución del mundo digital. En 1995 anticipó, para pasmo de incrédulos, que el planeta emigraría de los átomos a los bites. Y en ello estamos. Una de sus últimas propuestas fue dotar a la infancia de los países pobres de un ordenador de cien dólares. No se trataba sólo de distribuir un ordenador barato sino adaptado a las condiciones inhóspitas en que debía usarse. La pantalla, por ejemplo, debía ser visible a plena luz del día y el aparato, de bajo consumo, había de tener su propia fuente de alimentación porque en muchos territorios no habría enchufes. El otro gran reto fue prescindir de la pareja más famosa de este mercado: Intel y Microsoft.
El proyecto OLPC (Un Ordenador por Niño), sin embargo, ha pinchado en un punto clave del programa: el precio. Hace unos días el Gobierno de Perú ha comprometido la compra de 152.200 unidades, pero los pagará a 180 dólares.
El precio de 100 dólares se basaba en la expectativa de una compra masiva por parte de los Gobiernos que abarataría la fabricación. Pero la demanda ha sido menor y el umbral del precio prácticamente se ha duplicado. A ello se añade que fabricantes como Intel, marginados del proyecto, han lanzado su propia solución de pecé barato. Un posible error ha sido el destinar el producto a los niños. Si un Gobierno de un país pobre, que ya tiene el trágico dilema de comprar pentiums o penicilina, hace este esfuerzo, ¿para qué quiere maquinaria sólo para la infancia?
Si algún éxito indeseado para sus promotores ha tenido la idea de Negroponte ha sido la de provocar la emulación del sector privado. Desde Taiwan salieron miniportátiles de bajo precio, algo más de 200 dólares, que se han hecho un hueco notable en el mercado, tanto que muchos fabricantes de ordenadores han sacado su propio modelo. Y el espíritu emulativo llega a misteriosos anuncios como el del Gobierno de la India que ha prometido dotar a su población de un miniportátil de 30 dólares. El verdadero reto no está sólo en repartir ordenadores, sino en acompañarlos con el aprendizaje sobre su uso y posibilidades, factor demasiadas veces olvidado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de marzo de 2009