Me resulta absolutamente envidiable la ira de los congresistas y de la opinión pública estadounidenses ante el escándalo de las primas cobradas por los ejecutivos de AIG. Si fueran españoles, no tendrían más que presentarse a alguna elección (municipal, autonómica o general) y tendrían garantizado su cargo y su aforamiento. Estupendo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 22 de marzo de 2009