En 1922, el estadounidense Robert Flaherty se fue al Ártico junto a su equipo de rodaje, plantó su cámara contra viento y marea, y filmó durante dos años y medio la vida de una familia esquimal para regocijo del cálido espectador de las primigenias salas de cine. De paso, dio carta de presentación al género documental (aunque algunos lo discutan, debido a sus contados elementos de ficción). Casi un siglo después, el canadiense Zacharias Kunuk, con un equipo mucho más ligero y moderno, una cámara de alta definición e infinita paciencia, rodó Atanarjuat, la leyenda del hombre veloz, película ganadora de la Cámara de Oro al mejor debutante en Cannes en 2001, que llega a las pantallas españolas con ocho años de retraso, en clave de ficción de aventuras, y ambientada en el mismo poblado de Nanook, la tribu de los inuit.
ATANARJUAT, LA LEYENDA DEL HOMBRE VELOZ
Dirección: Zacharias Kunuk.
Intérpretes: Natar Ungalaaq, Sylvia
Ivalu, Peter-Henry Arnatsiaq.
Género: aventura. Canadá, 2001.
Duración: 174 minutos.
Hablada en su propia lengua, inuktitut, y a lo largo de tres extenuantes horas, Atanarjuat... se presenta como un canto a la supervivencia, centrado en la figura de un esquimal que huye de la conjura de un chamán. La eterna lucha del hombre contra la naturaleza y la espectacularidad de los paisajes (aunque ya no corran los tiempos de Flaherty, en los que la visión del Ártico en una pantalla debía ser un impacto visual y antropológico) juegan a favor de la película, pero da la impresión de que el director pretende epatar por acumulación, sobre todo en materia de metraje, lo que lleva a que protagonista y espectador acaben agotados: el primero por su huida, el segundo por las carencias de Kunuk al narrar su odisea sin ningún sentido de la narrativa ni de su cadencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de marzo de 2009