La noche iba de teatro, pero entre los cómicos se coló también un artista del aerosol. Con su traje blanco, sus guantes y su mascarilla, Suso33 se plantó en la calle de Alcalá para hacer graffitis. Movía las manos con velocidad y destreza, mientras las decenas de congregados aventuraban qué iba dibujando en una pared, la del Instituto Cervantes, que se encontraba al otro lado de la calle, separada por varios metros de asfalto del artista. ¿El truco? Un puntero láser que Suso sacudía a veces como si de un verdadero aerosol se tratara.
"Ya hice algo parecido en el Instituto Cervantes de Shanghai, en navidades, y han querido que repita aquí", explicaba Suso, contento de participar en la fiesta del teatro. Es algo a lo que está acostumbrado, ya que ha pintado la escenografía de cerca de 70 obras. "Hay que celebrar el papel de cualquier arte como libre expresión", decía. Aunque, en el caso del graffiti, sabe que existen "dos evoluciones": como expresión artística y como quebradero de cabeza para las autoridades, que lo persiguen y multan.
Por eso Suso33 quiso aprovechar la oportunidad para que la gente pudiera expresarse pintando en una pared. Así que, después de dibujar, sobre plantillas proyectadas o simplemente con su imaginación (con guiños al teatro, a base de imágenes de antifaces y máscaras), planteó "una especie de pinta y colorea" para que la gente colaborara. "¿Quién quiere probar?", escribió, puntero láser en mano, en la pared del Cervantes. Los que se animaron pudieron comprobar que se necesitaba "cierta práctica y destreza". Apenas algunas caras sonrientes y la palabra paz se pudieron distinguir entre los garabatos de los espontáneos. "Es muy buena idea porque se pueden hacer cosas diferentes pero respetando", decía Raúl, un ex graffitero. Era la filosofía de la velada teatral.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de marzo de 2009