Han pasado dos años desde que vi un documental, Earthlings, que describía la desamparada situación de los animales en todo el mundo. A modo de ejemplo, la descripción del largo viaje de las vacas indias a los mataderos, en los que satisfacer la demanda internacional de cuero. Debido a que en India los mataderos de vacas son ilegales, éstas son obligadas a emprender un viaje agónico, sin comer ni apenas beber, forzadas, mediante métodos de tortura, a caminar sin descanso; muchas mueren antes de llegar a su destino, otras se derrumban poco antes y son arrastradas al interior del matadero. Era patente el horrendo sufrimiento de estos mansos animales. Y también comprendí que no hay religión en el mundo, ni país, ni comunidad en el que estén a salvo los animales de los intereses económicos y las ideologías retrógradas. Nuestra evolución moral es la única esperanza que les queda a los animales.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de marzo de 2009