"No leas odas, hijo mío. Lee los horarios de los trenes. Son más exactos", aconsejaba la mordaz lucidez de Hans Magnus Enzenberger en Poesías para los que no leen poesías. Pero seguimos necesitando la exaltación y los mitos. La CIA poseía condición legendaria para los que querían creerse esa falacia de la defensa del mundo libre. En un libro demoledor titulado Legado de cenizas, Tim Weiner desmonta la supuesta competencia de una organización con ilimitado presupuesto para controlar el universo. Habla de chapuzas, engaños, corrupción, irresponsabilidad y sucesión de fracasos, algo que culminará en el imprevisto infierno que caerá sobre su propia casa, sobre el alucinado Nueva York un 11 de septiembre del 2001.
Pero no todo fue naufragio. Otro maldito 11 de septiembre de 1973 la salvadora CIA se apuntó el obsceno éxito de triturar un regimen elegido democráticamente y de que Salvador Allende se volara los sesos. El ejecutor fue un asesino de uniforme al servicio de los intocables privilegios de los escandalosamente ricos, la gente de orden, los de siempre.
El escalofriante reportaje que pasa esta noche En portada (La 2), rememora aquella impune barbarie. También cuenta que los acorralados héroes, a veces, no mueren matando villanos, como convendría a su futura y mítica imagen, como intentó divulgar la estrategia de Fidel Castro sobre el heroísmo revolucionario, sino que se suicidan. Qué más da. Se necesita mucho coraje y desesperación para ambas cosas. Y escuchas la grimosa voz de Pinochet contándole a sus sicarios durante el asalto al palacio de La Moneda: "Más vale matar la perra y se acaba la leva. Mantengan el ofrecimiento a Allende de que salga del país, pero el avión se cae, viejos, cuando vaya volando. Por último: durante el camino les van tirando abajo". Pinochet la palmó en su camita, a pesar de Garzón. Como casi todos los protagonistas de la historia universal de la infamia. Hitler y Mussolini no sirven de consuelo. A condición de ganar, el mal siempre estará legitimado. Que no les cuenten mentiras a los niños.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 29 de marzo de 2009