Que se haya decidido incluir en el cálculo del PIB de los países de la UE partes de la economía sumergida, como la prostitución y el tráfico de drogas, hará ver al resto del mundo que carecemos en cierta medida de ética y moral.
Si aceptamos que para el crecimiento económico europeo y para la financiación de la UE se deben incluir estas actividades, esclavitud y muerte a nuestro entender, les estamos reconociendo un valor productivo.
En nuestra opinión, algo que mata o degenera física y psíquicamente más que "productivo" es destructivo.
Es una forma de aceptar que hemos sido vencidos por nuestra propia incapacidad.
Resulta deplorable que una potencia como la UE, considerada económica y moralmente avanzada, retroceda en valores y esté dispuesta a "normalizar" algo contra lo que se está intentando luchar cada día, o así era hasta ahora.
Mientras el mundo se reúne en Londres para intentar construir una nueva economía de valores, Bruselas nos decepciona volviendo a la Europa de los mercaderes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de abril de 2009