En su informativa y socarrona tribuna del 29 de marzo -La perplejidad de Darwin-, Gonzalo Pontón, inspirándose en Darwin y en Forges, llega a una admirable conclusión sobre las razones evolutivas de la supervivencia de los genes eclesiásticos en el mundo: "Vestigios de nuestros antepasados los reptiles", decía.
Sin embargo, en uno de los párrafos que originalmente censuró la piadosa esposa de Dar-win en la autobiografía de éste, y publicados en EL PAÍS el 8 de febrero, el fundador del evolucionismo, más que perplejo, suspicaz y casi marxista, decía: "No debemos pasar por alto la probabilidad de que la introducción constante de la creencia en Dios en las mentes de los niños produzca ese efecto tan fuerte y, tal vez, heredado en su cerebro cuando todavía no está plenamente desarrollado, de modo que deshacerse de su creencia en Dios les resultaría tan difícil como para un mono desprenderse de su temor y odio instintivos a las serpientes".
Por tanto, y tal como están todavía las cosas en las escuelas, no va a ser fácil que desaparezcan los vestigios.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de abril de 2009