Vivimos un tiempo en que la corrección en las formas ha pasado a un segundo plano cuando no ha desaparecido por completo; un tiempo en que se esconde bajo la excusa de la espontaneidad o la proximidad auténticas faltas de respeto hacia los demás. La imagen de Berlusconi saliendo de su coche oficial con el móvil en la mano y Angela Merkel esperándole paciente ha dado la vuelta al mundo. La ausencia de Rodríguez Zapatero en la foto de familia del foro de las Civilizaciones resulta también lamentable.
No es cuestión de educación, ni es cuestión de izquierda o derecha; no es cuestión de modernidad; la educación y el protocolo hacen que las relaciones entre personas, sobre todo que no tienen lazos de amistad o confianza, resulten gratas o, al menos, llevaderas. Las formas no dejan de ser el reflejo de los fondos. Un señor que en la cumbre de la OTAN es capaz de ponerse a hablar por el móvil puede, en su quehacer político, terminar haciendo cualquier cosa. Un señor que se pierde la foto de familia de un acto en el que es uno de los anfitriones está verdaderamente perdido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de abril de 2009