He ido observando a lo largo de los últimos meses en diversos periódicos y medios de comunicación cómo se asocia tan estrechamente la crisis de las hipotecas basura o subprime en Estados Unidos con la crisis mundial, acusándola incluso de ser el motivo real del agujero financiero al que nadie parece capaz de valorar en términos numéricos. Nada más lejos de la realidad.
Lo que está claro es que la situación actual no se debe a una pobre minoría estadounidense a la cual se le financió una vivienda que no pueden pagar.
Es cierto que se crearon muchos fondos que financiaban hipotecas de dudoso cobro, y que esos paquetes afectaron a bancos de todo el mundo que participaron en ellos (la mayoría ni siquiera sabían cuál era su verdadero contenido). Sin embargo, hay que aclarar que este aspecto constituye sólo la gota que colmó el vaso.
El problema real actual radica en una política bancaria / financiera a escala mundial de dinero barato que financió a pequeñas y grandes empresas de todos los sectores asumiendo riesgos innecesarios. De ese modo, la contracción de demanda que se está experimentando ha provocado una disminución de ingresos, insuficientes para afrontar las deudas crediticias a corto plazo.
Este factor, junto con el cierre de grifo por parte de los escarmentados bancos y entidades financieras, alérgicos a la palabra refinanciación, va estrangulando a la mayoría de empresas, que no tienen más opción que cerrar o declararse en concursos de acreedores. Es éste el real y más grave de los problemas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de abril de 2009