Cuando Santiago Cortés decidió hace casi una década dejar la localidad alpujarreña de Murtas para vivir en la capital granadina lo hizo buscando un futuro mejor. Para él, su mujer y sus hoy cuatro hijas de 4, 8, 13 y 15 años. Ni los peores augurios le habrían hecho pensar que se vería abocado a iniciar una huelga de hambre para renegociar las cuotas de su hipoteca antes de que la vivienda salga a subasta por impago. Pero ésa es, años después, su situación.
"Estoy en un agujero negro y no veo la salida", afirma en su cuarto día mientras bebe agua con azúcar, sal y limón. No está solo porque Cortés, de 38 años, cuenta con el respaldo mayoritario de su barrio, Casería de Montijo, en el que preside una asociación de parados que cuenta ya con 300 afiliados. Impulsor de las huelgas blancas, con las que han limpiado y pintado algunas plazas de la zona, ha ideado proyectos que permitirían emplear a unas 70 personas en obras menores, "pero los trámites burocráticos son lentos", alega.
En la parroquia María de las Mercedes, Cortés ha instalado su particular campo de batalla. "Es el último recurso", asegura su mujer Estrella, que lo visita cada día después de limpiar portales. Sus hijas a veces acuden a acompañarle. "Las dos mayores lo están pasando mal", explica su madre. Las pequeñas preguntan por qué su padre no va a dormir a casa.
Ha intentado renegociar con la entidad las condiciones de la hipoteca. Ofrece abonar los 420 euros que percibe de subsidio -se le agotó el desempleo en julio- en vez de los 540 que tiene de cuota. El problema es que acumula ya una deuda que podría alcanzar los 5.000 euros y la entidad le exige pagarlo todo o el piso sale mañana a subasta. Un abogado intentará hoy buscar una salida a su situación.
Mientras el párroco recoge donativos, el Defensor del Ciudadano de Granada se reúne hoy con él. "Si el banco no cede, saldré de aquí debilitado", afirma
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 14 de abril de 2009