En relación con el cambio de ministros en el Gobierno, dice el señor Rajoy que no se ha nombrado a los mejores, pero que el problema no está en la tripulación ni en los mandos intermedios, sino en el capitán.
Admito que el presidente del Gobierno, como capitán del barco, esté desorientado -como el resto de los mandatarios mundiales- en este proceloso mar de la crisis. Comprendo que ningún ministro le parezca lo suficientemente bueno para la tarea encomendada. Comprendo que, como jefe de un partido en la oposición, haga demagogia hasta el punto de responsabilizar al presidente Zapatero de haber provocado todos los males que sufren nuestro país y buena parte del mundo.
Ahora bien, dicho esto, ¿no siente vergüenza al criticar el liderazgo de su adversario político, cuando su autoridad, como capitán del barco popular y aspirante a serlo del Gobierno, está en entredicho por su incapacidad de poner orden en su tripulación, y por mantener en sus cargos a importantes mandos implicados en presuntas corruptelas?
Así las cosas, ¿cree que los españoles podemos nombrarle capitán del barco de España sin temor a que ponga en riesgo a los pasajeros? ¿Podemos confiar en sus mágicas, infalibles y desconocidas medidas para salir de esta preocupante crisis? Si la respuesta es afirmativa, ¿a qué espera para pedir una moción de censura y elecciones anticipadas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 14 de abril de 2009