La existencia del Mal absoluto puede discutirse; la existencia de la miseria absoluta, no: no existe. Es una de las lecciones de Auschwitz, donde, pese al horror general, siempre era posible encontrar a alguien más enfermo y más humillado. Ése suele ser el mecanismo de promoción de las clases sociales: no se asciende, sino que una nueva clase llega al furgón de cola y parece empujar hacia arriba a los promocionados, aunque en realidad se limita a liberarles de parte de sus miserias.
En 1976, Ettore Scola realizó una película memorable, Brutti, sporchi e cattivi (Feos, sucios y malvados). Por entonces, los miserables de Europa eran aún europeos. Scola retrató en clave tragicómica una familia pobrísima del suburbio romano, entregada a todo tipo de violencias, incestos, robos y mezquindades. No había causas del desastre ni perspectivas de mejora.
Aquella película teóricamente cómica no sólo se despedía de las esperanzas redentoras del XIX y de la bondad natural del humano; también liquidaba el sueño de la liberación de las masas y de la Historia con mayúscula.
Pero la familia romana de Scola, que parecía destinada a cocerse en su abyección, ha mejorado posiciones, al menos en términos relativos: su fatigoso papel lo ocupan ahora los inmigrantes rumanos. Quienes, a su vez, desprecian a los africanos. Quienes, a su vez, pueden mirar a lo lejos y pensar que en Somalia están varios peldaños por debajo.
Ahora, con Afganistán elevado a la categoría de campo de batalla occidental, los somalíes ejercen como los feos, sucios y malvados del mundo. No nos tomamos la molestia de insistir en que nosotros, la civilización, hemos convertido su país en un vertedero de residuos nucleares y químicos: como no hay Gobierno, basta con pagar unos dólares a un guerrillero para que una empresa con sede en Suiza pueda descargar basura mortífera. La proliferación del cáncer y otras enfermedades está documentada por la ONU.
Da igual, lo que nos interesa es la piratería. Es lo que ocurre con la miseria: acaba reduciéndose a un problema de orden público.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 14 de abril de 2009