Su saludo lo delata. Si se topa con un conocido, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, estrecha su mano. Para los suyos, en cambio, reserva palmadas en la espalda y efusivos abrazos. Tras la foto de familia, ayer, en el salón noble del Pazo de Raxoi donde sus diez conselleiros juraron el cargo -salvo la titular de Traballo, Beatriz Mato, y el de Educación, Jesús Vázquez, que lo prometieron- , Feijóo achuchó uno por uno a los diez elegidos.
Es su equipo, se ha decantado por "los mejores" y así lo recordó en un acto repleto de autoridades. Ante el presidente provincial de Ourense, José Luis Baltar, y el de Pontevedra, Rafael Louzán, el presidente subrayó que nadie podrá encontrar "cuotas personales ni territoriales" en su Gobierno porque "Galicia es única". Si los barones del sur precisaban una respuesta a sus maniobras para tratar de colocar conselleiros y superdelegados de la Xunta, ahora la tienen. En el momento de pasar "del dicho al hecho", de la campaña a la gestión, Feijóo exigió diferenciar entre Gobierno y partido. "Dije que no pediría ningún tipo de afiliación política para completar este equipo, no hubo prejuicios políticos", subrayó en alusión a los dos independientes que colocó en Cultura, Roberto Varela y Facenda, Marta Fernández Currás.
El primer discurso junto a su gabinete advirtió algo más. La estructura de su Gobierno "debe ser el ejemplo para otras administraciones que aún mantienen organigramas poco acordes con los tiempos de crisis". Tercer recado. El jefe del Ejecutivo que hoy celebrará la segunda reunión de Gobierno para aprobar la estructura de la Xunta ratificó "su compromiso con la verdad, la austeridad y la cooperación institucional" y comenzó a ejercer en San Caetano despachando uno a uno con sus conselleiros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 21 de abril de 2009