"Bota de oro, Toquero bota de oro", cantaba la afición cuando el delantero rojiblanco le hizo uno de los tres goles al Sevilla que dieron el pase al Athletic a la final de Copa del Rey. No era una chufla, ni un regodeo por su primer gol en el Athletic, sino un reconocimiento al hombre humilde, curtido en la cantera de Tercera y Segunda B, cultivado en clubes emblemáticos como el Sestao River y el Eibar y llegado accidentalmente al Athletic por una decisión personal de Caparrós que estuvo a punto de no contratarle porque creyó que su alopecia alteraba su carné de identidad.
Calvo y delantero con el 2 a la espalda, no podía ser más transgresor. El segundo gol lo marcó frente al Numancia el martes. Dos goles no son una hoja de servicio en 20 partidos (no completos) como para enseñar a los descendientes, pero Toquero se ha convertido en ese tipo que siempre quiso jugar en el Athletic y que el Athletic siempre quiso tener en sus filas. De una presión personal e intransferible a la defensa del Numancia salió un saque de banda del que vino el gol. Caparrós sabe que tiene un general y varios lugartenientes. Llorente luce las estrellas, pero él solo no puede con todo. Primero fue Ion Vélez al que puso a trabajar a destajo para que Llorente dispusiera de su tiempo y su momento. Luego le relevaba Toquero. Ahora las cosas han cambiado. Toquero es el presunto ayudante de cámara. Es el nuevo ídolo emocional de San Mamés. Algo así como el palo de la bandera.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 23 de abril de 2009