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CARTAS AL DIRECTOR

La integridad

En enero de 2004, escribí una carta en la que expresaba mis dudas ante la posibilidad de que un cardiólogo y dos anatomopatólogos pudieran haber identificado correctamente a los fallecidos en el evitable accidente del Yak-42. Los familiares tuvimos conocimiento de las no identificaciones poco tiempo después.

Entre los soldados fallecidos se encontraba mi marido, militar de Sanidad, concretamente, comandante veterinario, una persona de gran valía profesional, pero, sobre todo, de una gran humanidad.

Mi marido sí era una persona íntegra que cumplió con su trabajo en condiciones extremas, jugándose la vida y demostró, en los casi cuatro meses y medio que estuvo en Afganistán, su profesionalidad en situaciones hostiles y no en una cómoda consulta médica en Madrid.

Lamento que compañeros de Sanidad de mi marido no alzaran la voz ante las condiciones del avión en el que murieron nuestros militares, ni por el maltrato recibido después del accidente por los fallecidos y sus familias, pero ahora sí, parece ser que para algunos militares, la situación de un general, que ha tenido la oportunidad de defenderse en un juicio, es más importante que la profanación de los cuerpos de sus compañeros de menor rango.

Sólo terminar diciendo a estos compañeros de Sanidad de mi marido que la integridad de una persona no es su currículo profesional, sino que es un comportamiento honrado, moral y recto que nos debe acompañar a lo largo de nuestra vida y en cualquier circunstancia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 8 de mayo de 2009