Rudy Fernández ha acabado su trabajo en la NBA por esta temporada. Su hermana mayor, Marta Fernández, está a punto de seguir el camino inverso, de hacer las maletas para volar esta semana a Los Ángeles y jugar durante el verano -las chicas toman el relevo a los chicos en el calendario- en las Sparks, el equipo de las estrellas, el hermano femenino de los Lakers, con quien comparte pabellón.
No será una experiencia nueva para la catalana, de 27 años, que ya jugó en el equipo de California hace dos temporadas. "¡Pero era muy diferente!", exclama al otro lado del teléfono, recién llegada a Barcelona tras disputar la Liga polaca. Entonces en las Sparks no jugaba Lisa Leslie, la cara del mejor torneo de baloncesto femenino del mundo, pues estaba de baja por maternidad. Ni había llegado Candace Parker, hermana y mujer de jugadores, que prometía ser su relevo. "Era un equipo normalito y ahora la plantilla es increíble. Son como los Lakers. Hacía años que no se veía un equipo así", dice la española. El año promete ser memorable porque es también el de la despedida de Leslie.
Marta Fernández también sabe lo que es jugar en el Staples Center, recibir el mismo trato que Kobe Bryant y Gasol -"aunque no el mismo salario"-, que acudan a los partidos miles de seguidores... "Es la mejor experiencia que puede tener una deportista", asegura. Y eso que la jugadora, que ejerce de escolta, decidió no regresar el verano pasado a Estados Unidos para centrarse en los Juegos de Pekín. La decepción de no ser seleccionada para esa cita la da por superada: "Me vino muy bien tomarme un verano de descanso", dice optimista.
Como las tres semanas que se ha tomado ahora entre la competición polaca y la WNBA. Y eso que Marta, como su hermano, no entiende la vida sin una pelota de baloncesto entre las manos. Hijos de jugadores -sus padres estuvieron ligados al Joventut-, hermanos únicos, aprendieron a botar y a encestar de la mano. "Jugábamos en un aro que teníamos en la terraza y Rudy me llamaba abusona hasta que dio el estirón", dice. Marta se estancó en el 1,79m.
Ahora no compiten, pero hacen de hermanos. "Hablamos casi a diario", resume su relación ahora; "y lo que más me gusta de él es que a pesar de todo, tiene los pies en el suelo". Como jugador, destaca de Rudy "su polivalencia, hace muchas cosas y las hace todas bien" y el único defecto que le encuentra es que "aún es muy joven y físicamente tiene que ganar presencia". "Pero hablamos poco de basket...".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de mayo de 2009