Mayor Oreja y López Aguilar, candidato conservador y candidato socialista a la representación europea, ya han empezado a competir en los informativos. Son tan distintos. A Mayor Oreja lo clavaron los guiñoles, ensimismado y pesimista. A López Aguilar lo empezaron a dibujar, pero dejó de existir como ministro, y dejaron de existir los guiñoles. Al contrario que Mayor, que siempre ve una catástrofe cerca, López Aguilar parece salvarse hasta cuando quieren hundirlo.
López Aguilar es ahora protagonista involuntario de una obsesión de Mayor. Mayor (y el arzobispo Rouco, que es su eco también en esto) deplora las consecuencias de la pasión socialista por facilitarles el aborto a las mujeres. Según él, en Europa hay una bonita moda premamá, que no gusta a los socialistas; y tan perversos son en el uso de ese disgusto que han decidido acabar incluso con "los prebebés". La píldora del día después es la píldora anti-prebebé. Rouco fue más lejos, y dijo que por culpa de los socialistas un día no habrá niños. Parece un poco exagerado el arzobispo, pero sólo exagera para que entendamos mejor su idea de la catástrofe sobre la que estamos sentados.
Lo cierto es que uno y otro han dicho eso precisamente cuando López Aguilar aparecía en las noticias como padre feliz de dos posbebés, es decir, dos gemelos, chico y chica. Ha querido la coincidencia, además, que el martillo de los prebebés, el presidente del Gobierno, estuviera en las islas cuando el ex ministro canario celebraba su recién llegada doble paternidad. ¿Es un mal socialista Juan Fernando López Aguilar, por romper la norma anti-prebebé? ¿Es la excepción que justifica la regla marcada por Rouco y por Mayor? Ahora que estamos en tiempos (electorales) tan propicios para la ocurrencia, sería bueno que los apocalípticos de los prenacidos fueran más precavidos, por si mientras hablan van naciendo niños que desmientan su mal agüero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de mayo de 2009