"Estoy tan convencida de que el amor es algo incómodo, que me alegra que mis amigos y yo estemos exentos", escribió Marie-Madeleine Piochet, más conocida como Madame de La Fayette, en una carta privada. La Fayette, que vivió entre 1634 y 1693, apelaba, más que al descreimiento en torno al amor, a la simple desconfianza.
Una visión del romance como peligro, como causante de pasiones desbocadas que desembocan inevitablemente en tragedia, que el director francés Christophe Honoré ha recuperado en La belle personne, adaptación cinematográfica de la novela de La Fayette La princesa de Cléves, publicada de forma anónima en 1678 y considerada como la primera novela francesa, aunque trasladando su ambientación a un instituto del París contemporáneo.
LA BELLE PERSONNE
Dirección: Christophe Honoré.
Intérpretes: Louis Garrel, Léa Seydoux, Grégoire Leprince-Ringuet, Agathe Bonitzer.
Género: drama. Francia, 2008.
Duración: 90 minutos.
La corte de Enrique II se convierte así en el exclusivo colegio del Liceo; las cartas entre amigos y enamorados, en pequeñas notas apresuradas escritas durante las clases; los duelos al amanecer, en peleas durante los recreos; los lujuriosos duques, en profesores abiertos a las relaciones sexuales con sus alumnas; los retiros religiosos, en cambios de domicilio; los suicidios, en suicidios.
Acordes desesperados
Honoré, que, al igual que Arnaud Desplechin (Cuento de Navidad), por fin accede a los cines españoles tras varias películas inéditas por aquí, juega con los postulados de La Fayette sin llegar nunca a desvirtuarlos, con ese punto de intelectualismo tan francés que a veces puede resultar pretencioso, pero manteniendo siempre la dosis necesaria de trascendencia. Lejos, por tanto, de la traviesa superficialidad de las variadas adaptaciones de clásicos de la literatura trasladadas a los institutos por el cine de Hollywood entre el final de la década pasada y el inicio de ésta (Crueles intenciones, O, 10 razones para odiarte...).
La angustia juvenil, tan actual, tan intemporal, toma de este modo la forma de las mejillas ruborizadas de las damas de la corte del siglo XVII, aunque para acompañar semejante torrente de pasiones el director haya recopilado una excelente banda sonora de acordes desesperados, pero mucho más actuales, presidida por las canciones de Nick Drake y Alain Barriére.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de mayo de 2009