Se esperaban muchos duelos, especialmente el de Splitter y su álter ego, Felipe Reyes. No lo hubo, lisa y llanamente porque el pívot brasileño del Tau le borró a las primeras de cambio: le intimidó, le dominó y le cargó de faltas tan pronto que el madrileño se pasó medio partido en el banquillo. Splitter resultó por momentos memorable en el juego interior, cargando los reversos, buscando la línea de fondo, anotando de todas las posturas y dominando el rebote. Todas las variantes de Joan Plaza tropezaron con Splitter y el Madrid, guerrero y brioso, acabó confundido.
Se esperaba también el duelo Bullock-Rakocevic, pero se esfumó en muchos momentos. El choque de talentos dejó efectos bastante improductivos, aunque para beneficio del Tau, el alero serbio apareció cuando más se le necesitaba, en la recta final, cuando Splitter tuvo que sentarse en el banco eliminado por personales y con Felipe Reyes enrabietado pareciéndose a sí mismo. Rakocevic, muy difuminado, afinó la muñeca y asumió la responsabilidad en la anotación, más fino de lo que se había presentado en los tiros de tres.
TAU BASKONIA 91 - REAL MADRID 80
Tau: Prigioni (7), Rakocevic (23), Mickeal (7), McDonald (17) y Splitter (22), -cinco inicial-, Sergi Vidal (0), Teletovic (8), Lucas (2) y San Emeterio (5).
Real Madrid: Madrid: Raúl López (3), Bullock (15), Massey (11), Winston (2), Felipe Reyes (11) -cinco inicial-, Van den Spiegel (3), Mumbrú (15), Hervelle (7), Llull (13) y Tomas (0).
Arbitros: Arteaga, Bertrán y Jiménez.
9.400 espectadores en el Buesa Arena.
Y luego estuvo Prigioni, sin enemigo real, ni en Raúl López, ni en Sergio Llull, poco acertados en la dirección de un equipo que resistía a base de la casta que le imprime Mumbrú, el hombre que inquietó los sistemas defensivos del Tau.
El equipo de Ivanovic controló el partido, pero nunca pudo sentirse feliz. Se ató al marcador y lo manejó con criterio, pero sin descanso. Agarrado a sus tres pilares, Splitter, Prigioni y Rakocevic, fue minando la resistencia de un Madrid que no tenía noticias de Reyes y sólo contaba con pequeños telegramas de Bullock. El protagonismo era de otros, especialmente Mumbrú y Hervelle. Sólo en el segundo cuarto se antojó superior, cuando Splitter, con un ojo golpeado, y Prigioni descansaron en el banquillo. Era un accidente, una secuencia inconexa del partido. Cuando ambos volvieron, todo volvió a su lugar: distancias controladas por el Tau y el Madrid apelando a la épica de otras ocasiones con los jugadores secundarios. No ocurrió ni cuando el majestuoso Splitter fue eliminado. Su quinta personal fue como el descanso del guerrero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de mayo de 2009