Es de una lógica aplastante que las obras sirven para construir algo nuevo sobre lo viejo, para edificar sobre aquello que ya ha dejado de ser útil o cuya estética no se ajusta a los tiempos. Se va tapando así parte de la ciudad y en su lugar nace una nueva. En Madrid, la cosa funciona a veces al revés. Se tira lo que hay para descubrir lo que había antes. Se quita un palmo de asfalto y surgen unos raíles que recuerdan que antes íbamos en tranvía. Los trabajos de la estación de Cercanías de Sol han hecho emerger el antiguo suelo de la zona y esos raíles que recorrieron la plaza entre 1871 y 1972. La eliminación del suelo de alquitrán permite caminar ahora sobre los adoquines de entonces, aunque por ahora esto sólo pueda hacerse en un tramo, el principio de la calle de Alcalá.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de junio de 2009