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CARTAS AL DIRECTOR

Asesinos durmientes

Después de leer la crónica La mala muerte de un desesperado, me invade el estupor: Miguel Berlanga, un hombre sin antecedentes policiales, padre de familia y trabajador incansable, agobiado por estar en paro y quizá por alguna otra circunstancia personal, decide atracar un local de juegos recreativos en Málaga. Tras fracasar en el intento debido a su inexperiencia, huye.

En su huida es acosado por un grupo de individuos, uno de ellos le acierta en la cabeza con un adoquín, y luego, cuando cae al suelo, otros lo rematan hasta causarle la muerte. Ese ensañamiento por un intento fallido de robo es monstruoso, y lo que esconde detrás causa perplejidad: ¿conocían los asesinos a Miguel y decidieron aprovechar la ocasión para ajustar cuentas? ¿O no le conocían y lo que ocurrió fue que, en una ambiente de euforia -el Barça acababa de ganar la Copa de Europa-, dieron rienda suelta a su odio contenido?

Parece que tales individuos estuvieran siempre ahí, agazapados, esperando su momento, y cuando éste llega, cual animal de presa, se lanzan sin piedad sobre su víctima. Son esos que en épocas convulsas se ponen de inmediato al lado del poder represor para cometer las mayores iniquidades y crímenes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 3 de junio de 2009