El discurso pronunciado por Barack Obama hace unos días en la sede de los Archivos Nacionales, con la Constitución americana por testigo, revela la altura política del orador. Recordando lo glosado en su toma de posesión, proclamó que la seguridad nacional y los principios constitucionales son perfectamente compatibles. Destacó la imperiosa necesidad de recuperar el liderazgo mundial desde la legitimidad, la tolerancia y el respeto, valores que la Administración Bush abandonó durante su mandato, recurriendo al miedo como argumento político para justificar una estrategia contra el terror claramente ilegal.
Se trata de un nuevo estilo de liderazgo en el que prima el carácter versátil de su protagonista capaz de llegar a todos haciéndose escuchar para lograr aquello que el mundo necesita, la multilateralidad a la hora de resolver los conflictos, una nueva modalidad de la doctrina de Kennedy cuando afirmaba que "no puede haber una solución estadounidense para cada problema mundial", fruto de su Estrategia de la paz, para impulsar relaciones armoniosas con el mundo entero.
Resulta indudable que el presidente Obama ha bebido en la fuente del presidente Kennedy, ha resucitado sus principios, y seguro que su intervención prevista mañana, 4 de junio, en El Cairo será manifestación de un compromiso inequívoco con la comunidad internacional para la resolución del conflicto palestino-israelí, proclamando aquello del "Solo no puedo".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 3 de junio de 2009