Ahora ya ha refrenado sus impulsos, pero hace diez años el cine argentino parecía el único sobre la faz de la Tierra. Hoy sigue estrenando sus joyas, aunque con un ritmo algo más lento, de manera injusta para las sorpresas que guarda el cine de aquel país. Y por eso Argencine (en el cine Palafox, del 12 al 18 de junio), el certamen de cine argentino, empuja al público a no perder impulso. Este año, entre su pléyade de estrenos, hay algunas de esas gemas curiosas. Como La sangre brota, el segundo largometraje de Pablo Fendrik (realizador de El asaltante), que con esta historia de deudas de juego, drogas y emigración protagonizada por un taxista en el centro de un drama familiar ya se ha paseado por Cannes, San Sebastián o Biarritz. O La cámara oscura, de María Victoria Menis, heredera de la escuela de mostrar la vida a su ritmo. Menis llamó la atención con su tercer filme, El cielito, y ahora da muestra de su clase.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de junio de 2009