Prolongar, o no, la vida útil de la central nuclear de Garoña es un nuevo episodio entre los que defienden el uso de este tipo de energía y los que se oponen.
La decisión de apostar o abandonar esta fuente de energía requeriría la creación de un comité formado por personal científico y académico, de reconocido prestigio, en todas aquellas disciplinas que tengan algo que ver con la energía nuclear y su posible impacto ambiental, económico, social, etcétera. Personas sin vinculación profesional con los grupos interesados.
Dicho comité tomaría en cuenta todos los factores que conlleva el uso de esta fuente de energía: costes de fabricación, mantenimiento y desmantelamiento de centrales; costes de extracción, importación, procesado y reprocesamiento del material radiactivo; costes de almacenamiento y tratamiento de los residuos generados, tanto los de alta o baja radiactividad, como los de corta y larga vida; costes de seguridad en la protección de centrales; efectos medioambientales y humanos; costes y consecuencias de posibles accidentes "permisibles" o "indeseables"; ubicación y construcción de cementerios nucleares en zonas geológicamente estables a lo largo de toda la vida de los residuos almacenados, etcétera. En último lugar se tomaría en cuenta la carga económica que eso supondría para el Estado y, en definitiva, para el ciudadano actual y futuro.
Una vez redactado el informe, que debería ser de público conocimiento, se podría empezar a debatir la viabilidad del uso de la energía nuclear.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de junio de 2009