Salvo en los países donde el español es idioma oficial, no podríamos escribir en un ordenador, ni podríamos buscar por Internet ninguna de las palabras que contienen la letra eñe. Esta castración cultural relega al idioma español a ser una lengua marginal en el intercambio de ideas con cualquier otro idioma.
Una de las tareas de nuestros políticos y, sobre todo, del Instituto Cervantes debería ser lograr que la eñe estuviese por ley en los teclados de los ordenadores de la Unión Europea y de Estados Unidos. La diplomacia española, las academias de la lengua de todos los países hispanos, incluida la de Estados Unidos tendrían que desarrollar una labor persistente en esta dirección. Seguro que al final tendríamos éxito.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de junio de 2009