Ken Lewis sobrevive de momento, contra toda probabilidad. Sin embargo, los políticos se unen ahora para decirle al primer ejecutivo de Bank of America (BofA) que no le creen. Los reguladores piensan que fue insincero en lo referente a la adquisición de Merrill Lynch por BofA. Y es probable que los nuevos miembros hagan su Consejo de Administración menos cómodo. Con tantos accionistas ya lívidos, posiblemente su control vaya disminuyendo.
Los jefes de los bancos tienen que conservar la confianza de los clientes, de los inversores, de los reguladores y de sus consejos de administración. En el caso del mayor banco de Estados Unidos en un tiempo de avales públicos, mantener la confianza de los políticos también ayuda.
En ese contexto, el testimonio de Lewis ante el Comité de Vigilancia de la Cámara de Representantes estadounidense el pasado jueves hizo sonar las alarmas. El interrogatorio se centraba en lo poco o lo mucho que el BofA sabía sobre las pérdidas de Merrill cuando los accionistas aprobaron la operación, poco antes de que Lewis obtuviera una ayuda estatal de miles de millones de dólares. Sus explicaciones eran recibidas con incredulidad por la ciudadanía y por ambos partidos, incluso sin tener en cuenta la suntuosidad política: el congresista demócrata Cummings decía "no nos lo tragamos", mientras que un republicano bromeaba "si estáis de acuerdo pero no podéis decirlo, moved el meñique".
En mensajes electrónicos desenterrados por el comité, en el momento en que se debatía sobre la ayuda estatal, a los reguladores les parecieron "un poco sospechosas" algunas de las afirmaciones de Lewis, como la de que el BofA estaba muy sorprendido por la repentina aceleración de las pérdidas de Merrill y se planteaba abandonar la operación.
Los accionistas, por su parte, también están enfadados. Más de la mitad respaldó la resolución de destituir al presidente y a altos ejecutivos, y el Consejo de Administración privó a Lewis de su presidencia en abril. Y la idea de un buen dirigente con malos asesores pierde fuerza entre los inversores. Más de la mitad de los cien principales ejecutivos del BofA se han ido desde 2005, según un análisis de The Charlotte Observer.
La otra cosa que está cambiando es la composición antes complaciente del consejo directivo del BofA. Los aliados de Lewis, como el ex consejero principal O. Temple Sloan, se han ido y se han nombrado a cuatro nuevos consejeros. Entre ellos se encuentran un ex gobernador del Consejo de Administración de la Reserva Federal y el ex presidente de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos.
Los reguladores tenían todas las razones para inclinarse a favor de que el BofA firmara la operación de Merrill: los salvaba de otra quiebra a lo Lehman Brothers. Es muy probable que Lewis sintiera la presión. Pero sus explicaciones no parecen convencer, y se le ve cada vez más aislado. Ha demostrado que se le da bien aferrarse a su puesto, pero cada vez hay menos probabilidades de que pueda seguir haciéndolo. -
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de junio de 2009