La escolástica era una suerte de filosofía cuya habilidad máxima consistía en tener siempre razón porque en caso de duda se recurría al saber supremo: Roma locuta, causa finita. Sus mayores esfuerzos no iban dirigidos a la búsqueda de la verdad como proponía el racionalismo, al que trataban con patriarcal displicencia, sino a emborronar sus propios postulados con silogismos entreverados en el principio de la contradicción. Como partían de una verdad tan dudosa como la revelación divina, cualquier planteamiento razonable podía ser considerado sospechoso.
Para poder nadar entre dos aguas con soltura, usaban el término distinguo con el que concedían una parte de la proposición (concedo) y se negaba la otra (niego). Aplíquese esta doctrina al tratamiento que el Partido Popular está haciendo al caso Gürtel.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de junio de 2009