¿Qué se puede esperar de un país cuyos más altos gobernantes se sacuden de un plumazo, sin pudor alguno y en ausencia del rigor más elemental, los criterios de expertos y asesores extremadamente cualificados?
Esto es exactamente lo que ha ocurrido estos días en relación con pronunciamientos de instituciones competentes en ciencia económica (gobernadores de bancos centrales) o energía nuclear (miembros del Consejo de Seguridad Nuclear).
Si se gobierna en contra de la inteligencia, barajando únicamente cálculos de pura estrategia partidista, sin velar por los verdaderos intereses de las actuales y futuras generaciones, no se conseguirá jamás acelerar el cambio de modelo productivo hacia sectores estratégicos como el tecnológico.
¿Para qué reformar y fortalecer la educación de nuestros jóvenes, la investigación y desarrollo y la calidad de nuestros profesionales si luego no se recogen sus propuestas para análisis y debates rigurosos?
¿Para cuándo la erradicación de la frivolidad en nuestra querida y afligida España y la búsqueda en su lugar de la virtud dentro de sus fronteras.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 10 de julio de 2009