Hay quien dice que el desencuentro nació cuando Silvio Berlusconi bromeó con que la primera dama francesa fuera italiana. Otros, sin embargo, sostienen que Carla Bruni quiere evitar fotografiarse con el primer ministro italiano tras el escándalo de las velinas. Por eso Nicolas Sarkozy llegó primero a la cumbre del G-8 en Italia y horas después lo hizo ella.
Bruni apareció por sorpresa en una conferencia que su marido dio el jueves por la tarde. Luego, mientras él asistía a una cena de gala ofrecida por el presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, ella acudió a un restaurante de L'Aquila con su hermana.
Ayer, Carla Bruni visitó las ruinas de la ciudad afectada por el terremoto que las esposas del G-8 vieron el jueves y no se plegó a la agenda que el Gobierno italiano preparó para ellas.
Sarkozy alabó públicamente a su esposa por haber dado a su estancia en L'Aquila "una dimensión humanitaria". "Carla ha elegido dar a su viaje una dimensión humanitaria y no turística y también por ello ha elegido dormir aquí (en el cuartel de la Guardia de Finanzas, en el barrio de Coppito, lugar de la cumbre), en lugar de en un hotel", dijo.
A Berlusconi no le ha gustado el proceder de Bruni pero, de momento, calla en público aunque algunos de sus medios de comunicación hablen por él. "Es una grosera, una snob", ha dicho Il Giornale, diario de la familia Berlusconi. "Madame Sarkozy no ha acudido a ningún acto del G-8 ni al encuentro con el Papa, sin dar ninguna justificación (...). Su esnobismo raya en la grosería". Y añade el diario: "Con su actitud, en lugar de intentar sobresalir por ser la más elegante de la cumbre, se ha quedado sólo con el papel de la más sexy".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de julio de 2009