Lightwave, Maya o Flash. Posiblemente, estos tres palabros no le digan nada a la mayoría de los espectadores, pero son los programas de ordenador que han liberado a los animadores de la esclavitud del estudio. Su difusión ha democratizado la producción y realización de películas animadas.
Up, que se estrena en España el próximo 31 de julio, es el último eslabón en la escalada de un género en explosión imparable. El nuevo estreno de Pixar, que marcó un hito abriendo el Festival de Cannes, ha sido la película mejor recibida por crítica y público en lo que va de año. Y es probable que se beneficie de los recientes cambios en los Oscar y opte a la estatuilla a mejor película el que viene. Algo que ya se reclamó a nivel popular este año para Wall·E y que Vals con Bashir acabó por lograr en los Globos de Oro, haciéndose con el de mejor película en lengua no inglesa. Con ella, además, la animación salía del armario de las películas infantiles. Cuatro de los veinte filmes más taquilleros de la historia son animados: Shrek 2, Buscando a Nemo, El rey león y Shrek 3. Puede que pronto haya que sumar Up a esta lista. Una cinta que ejemplifica las virtudes de la nueva revolución 3D y garantiza una ración de algo tan difícil de encontrar hoy como es el buen cine a secas.
Lo malo es que el cinismo nos puede y no nos lo creemos del todo. Por eso, nada mejor que consultar a los supercicutas del medio, una cesta que incluye lo más puntero en la animación ya sea de estudio (Pete Docter) o indie (Bill Plympton), ejecutivo (Jeffrey Katzenberg) o artista (Nick Park), español (Raúl García) o de los antípodas (Adam Elliot). Así ven ellos el futuro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 17 de julio de 2009