El Ballet Imperial de Moscú prosigue su temporada habitual en el teatro Compac Gran Vía con otro clásico del gran repertorio ruso: Cascanueces (del 21 al 26), segundo gran ballet de Chaikovski, con libreto del propio Petipa y coreografía original de Lev Ivanov (verdadero genio en la sombra de la cristalización de las formas del gran ballet académico de fines del siglo XIX), si bien, la versión de esta compañía recoge la tradición de sutiles cambios y adaptaciones que se sintieron mucho más en Moscú (que terminó modernizado por Grigoróvich con los diseños de Virtzaladse) que en San Petersburgo, donde se alimentó la conservación a través de Vainonen y su respetuosa recreación de 1934. Cascanueces está basado en un cuento de Hoffmann, pero es un viaje iniciático por la fantasía feérica para grandes y chicos a través de una música de gran altura y una danza que roza la perfección, imbricada como relojería y con peculiaridades estilísticas propias que la acercan al hecho coreográfico abstracto y de gran trascendencia formal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de julio de 2009