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Lepe alberga diez asentamientos ilegales con un millar de inmigrantes

Cruz Roja advierte de las malas condiciones de los poblados chabolistas

Abderraman y Jony son inmigrantes y residen en la localidad onubense de Lepe. Uno es de Argelia y el otro de Camerún. El primero llegó desde Francia, en coche, y el segundo desde Marruecos, en patera. Los dos llevan más de seis meses en el país, no tienen papeles, viven en chabolas de plástico y aseguran sentir desesperación por la falta de trabajo y alimentos. Como ellos, más de 700 subsaharianos deambulan por las calles de este municipio, aunque las organizaciones humanitarias y el Ayuntamiento no se ponen de acuerdo en las cifras. En total son 10 los asentamientos ilegales que se reparten por el municipio lepero. Los más visibles se encuentran detrás de Carrefour, al lado del hospital, en la carretera de Huelva a Ayamonte, en la avenida de la Diputación, en el polígono industrial Cantargalio, en la 431, junto a las urbanizaciones Virgen Bella y Las Moreras y en las proximidades de la calle Blas Infante. En cada uno de los asentamientos hay entre 40 y 100 personas, con lo que las cifra de 1.000 inmigrantes no sería descabellada.

78 voluntarios ayudan a los extranjeros todas las tardes

"Vamos todas las semanas a echar una mano", asegura Charo Miranda, coordinadora provincial de Cruz Roja. "Llevamos siete años en Lepe, trabajamos incansablemente y coordinando una oficina de atención al inmigrante" añade. Miranda reconoce que "el verano es muy duro para estas personas".

A las seis de la mañana Abderraman y Jony acuden a la plaza de la Fuente Vieja, en el centro del pueblo, por si aparece alguien a ofrecer trabajo. Pero no hay suerte. Hacia las tres de la tarde, ambos caminan al mercado de Lepe, en busca de algo que echarse a la boca. Allí, un encargado les saca el pescado que no se ha vendido o que ya se va a estropear. "En vez de tirarlo se lo damos a ellos", explica su compañera. "Nosotros decir gracias, ellos muy buenos", responden los dos, desfallecidos, en un pobre español.

Después pasan por la panadería de Juan Muriel, que les da el pan del día anterior, de 90 céntimos, por 50. "Son buenos muchachos, tienen mucha hambre, nada más", dice Juan. Cruz Roja también reparte comida y contenedores para que cojan agua y la almacenen en un recipiente limpio. Desde la organización quieren resaltar y agradecer la labor de 78 voluntarios de la provincia que "se dejan la piel" cada tarde, ayudando "en lo que pueden".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 27 de julio de 2009