Los enfrentamientos de la semana pasada en el norte de Nigeria entre la policía y militantes de la secta islámica Boko Haram, que se veían a sí mismos como un remedo de los talibanes, se cobraron la muerte de 700 personas, casi el doble de lo anunciado, dijo ayer un portavoz del Ejército.
Los enterramientos se suceden mientras que la policía rastrea casas en Maiduguri, capital del Estado de Borno. En una de esas búsquedas descubrieron una vivienda en la que estaban encerradas 200 mujeres y niños. Su condición física era deplorable. La mayoría han sido trasladadas al cuartel general y visitadas por la Cruz Roja. Según esta organización, que ha hablado con las mujeres, éstas proceden de seis Estados del norte de Nigeria y fueron secuestradas por la secta. La semana pasada, la policía liberó a otras 100 personas, muchas de ellas esposas de los milicianos, que creían que el deber de sus familias era acompañarles en el combate.
La sede de Boko Haram fue destruida. Muchos de los militantes murieron en el asalto y ahora se procede a su enterramiento en una fosa común.
La policía capturó al líder de la secta radical, Mohamed Yusuf, quien después murió a tiros mientras se hallaba bajo custodia policial. Según los agentes, trató de huir. El coronel Ahanotu dijo ayer que sus tropas lo capturaron y entregaron vivo a la policía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de agosto de 2009