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Crítica:

La serpiente y la vida

El guionista y crítico cinematográfico James Agee (Tennessee, 1909) dejó antes de morir a los 46 años una novela inédita, Una muerte en la familia, que fue galardonada con un Pulitzer y que justifica por sí sola el lugar, aunque modesto, sin duda meritorio que ocupa en la literatura norteamericana. Cinco años antes había publicado esta nouvelle, Vigilia, en la que, haciendo de la brevedad virtud, abordó con envidiable intensidad buena parte de sus obsesiones vitales y literarias: la huella traumática de un padre prematuramente ausente, y el fatigoso constreñimiento (más que para el cuerpo, para el alma) de una educación fundamentalista católica. La acción transcurre en la madrugada de un Viernes Santo y la protagoniza Richard, un niño de 12 años que, en compañía de otros, guarda vigilia en la capilla de su internado. En esas pocas horas, Richard deja divagar su mente entre rezos más o menos forzados, recuerdos casi nunca felices, dudas lacerantes, remordimientos que no nacen del arrepentimiento y miméticos deseos de mortificación, en un crescendo, perfectamente dosificado, que trazará un retrato acabado de sus cogitaciones más íntimas y que culminará por la mañana, cuando, a sabiendas del castigo que merecerá, en lugar de regresar directamente al colegio, se atreva a darse un baño en una laguna cercana. El final, en el que Richard da muerte con inusitada violencia a una serpiente, constituye la experiencia liberadora, de raíz iniciática, que le hará despedirse de la infancia. Poco importa su carácter excesivamente simbólico. La contenida elegancia de Agee consigue que todo encaje.

Vigilia

James Agee

Traducción de María Maestro Cuadrado

Alianza. Madrid, 2009

111 páginas. 15,80 euros

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de agosto de 2009

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