El periódico Le Monde ha publicado un estudio sobre el hipotético estado de las religiones en 2050: el cristianismo seguirá siendo el primero de la fila, con 3.000 millones de creyentes; a continuación, el islamismo, que crecerá espectacularmente. También aumentarán el hinduismo y el budismo. El último de la fila será el judaísmo, con 17 millones, cuatro más que en la actualidad. En el estudio no se dice nada de la Iglesia Agnóstica de la Cuarta Pregunta, pero todo parece indicar que, gracias a Dios, su crecimiento será muy superior al de cualquier otra religión. También es previsible un aumento sustancial del cinismo, es decir, de los que suscriben efusivamente la frase de Groucho Marx: "Éstos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros".
Así las cosas, y por si las moscas, la capital de España debería prepararse para un futuro divino, acorde con esa Alianza de las Civilizaciones propugnada por el Gobierno. El alcalde y la presidenta de la Comunidad, católicos ambos, podrían sorprender al mundo entero organizando aquí el Día del Orgullo Religioso, un gran sambódromo donde tendrían cabida todos los dioses habidos y por haber, junto con sus respectivos profetas. El servicio de orden de esa gran parada celestial debería correr a cargo de ateos imparciales, que velarían para que Alá no se mosqueara con Jehová, pues ambos son bastante incompatibles, al igual que ocurre con Mahoma, Buda, Jesucristo y las innumerables deidades hinduistas. Eso por no hablar de Odín, Venus, Zeus, Osiris o Ra, patrón de los crucigramas.
Aunque la cosa es fácil que acabase como el rosario de la aurora, está asegurado el éxito de la convocatoria, porque en Madrid hay gente que simpatiza con todas las religiones sin pertenecer a ninguna de ellas, al igual que sucede con el fútbol, al que algunos consideran otro dios, el opio del pueblo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de agosto de 2009