La tarde se convirtió en el cuarto toro en una belleza desnuda, por obra y gracia de Enrique Ponce. La faena tuvo un comienzo por el pitón derecho poco prometedor. Fue cambiar de mano, para que de pronto aquello empezara a destilar gotas de dulce belleza. Las series naturales se sucedían con una brillantez inusitada. Se palpaba el dominio del torero sobre el toro. Le iba metiendo de manera remecida en la franela. La variedad de la faena encandilaba al público. El diestro iba imponiendo su magisterio. Molinetes, ayudados por alto, pases circulares, trincherazos, todo hecho con finura máxima. Eran tan bellos los pases que no hacía pensar que faltaba su porción de hondura. Es como si en lo bello viviera lo hondo. Tal vez sea porque a más belleza, necesariamente lo hondo tiene que hacer su pertinente y obligada aparición.
Ventorrillo / Ponce, Castella, Manzanares.
Toros de El Ventorrillo: devuelto el primero, corrida mansota justa de fuerza, con buena presentación.
Enrique Ponce: Pinchazo y estocada (aplausos); pinchazo, metisaca -aviso-, pinchazo, tres descabellos -aviso- y descabello (ovación).
Sebastián Castella: Bajonazo -aviso- (silencio); estocada desprendida -aviso- (silencio).
José Mª Manzanares: Estocada (oreja); pinchazo; metisaca, estocada, aplausos
Plaza de T0ros de Vista Alegre. Quinta de feria. Cerca del lleno
Mientras el público estaba hipnotizado, el torero, hechicero de soledades, vivía en una fusión íntima con el astado...
Recordé en ese momento a Rimbaud para evocar la creencia de que el verdadero torero es, en rigor, ladrón de fuego.
Todo lo demás acaecido ayer palidece ante esos momentos hipnóticos fabricados por la franela sabia de Ponce. El primer empalecimiento viene de él mismo, ya que con la espada se comportó como un matachín de tres al cuarto.
La oreja concedida a Manzanares por una faena discretita no vale nada comparándola con la de Ponce.
Sebastián Castella, aparte del valor seco que posee, y su buena voluntad no tuvo la tarde de cara.
Quedan en el recuerdo cuatro toreros de plata, de la suerte de banderillas: Juan José Trujillo y Luis Blázquez (de la cuadrilla de Manzanares), y Curro Molina -muy en especial- y Pablo Delgado (de la cuadrilla de Castella). Sí, se desnudó la belleza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de agosto de 2009