El 25 de agosto leí con sorpresa el artículo de opinión Construir Cataluña, de Ernest Maragall, consejero de Educación de la Generalitat de Cataluña. ¿Acaso he leído mal, o un consejero autonómico está haciendo un llamamiento al desacato a la máxima instancia judicial de este país, garante de la Constitución y por tanto de nuestra democracia? ¿He leído mal, o un consejero autonómico está promoviendo una movilización en contra de una sentencia hipotéticamente negativa del Tribunal Constitucional contra el Estatuto catalán?
Creía que esa clase de cosas sólo ocurrían en las repúblicas bananeras. Lo he visto en la Venezuela de Chávez. No creía poder verlo aquí, en Europa. Qué duda cabe que éstas son muestras de una democracia enferma con unos políticos corruptos.- Javier López Vivas. Tarragona.
Leo con verdadero estupor declaraciones de diferentes personalidades del Gobierno de Cataluña criticando con dureza lo que pueda ser el fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatut contrario a sus intereses políticos. Éstas van desde desautorizar las actuaciones del alto tribunal, porque -dicen- está politizado, a negar validez a sus funciones en el contencioso puesto por el PP, porque el Estatut de Cataluña ha sido aprobado en el Parlamento catalán, en las Cortes generales y en referéndum por los ciudadanos catalanes.
Y yo me pregunto: ¿para qué sirve el Tribunal Constitucional, si las leyes, una vez aprobadas por las Cortes, resultan intocables? Señores del gobierno de Cataluña, un poco de seriedad, serenidad y rigor. El Tribunal Constitucional es una institución del Estado, y, como tal, merece consideración y respeto; sus componentes son hombres y mujeres nombrados conforme a la ley, ¿qué patente tienen ustedes para desprestigiarlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de agosto de 2009