"Lo que han hecho en Vigo es algo parecido a operar a un paciente por veinte sitios a la vez". La reflexión es de un arquitecto horrorizado con el impacto del plan en la ciudad más poblada de Galicia. El alcalde, el socialista Abel Caballero, ha aprovechado para darle la vuelta a un centenar de calles y plazas al mismo tiempo que se construyen cuatro grandes aparcamientos en pleno centro. Con 51 obras abiertas, Caballero no tuvo empacho en afirmar que la ciudad es "la envidia de toda España" por lo rápido que va todo. A estas alturas de agosto hay dos actuaciones finalizadas, "y el resto lo estarán en plazo", según fuentes municipales.
La cara B la viven comerciantes y turistas. Los primeros, que con la boca pequeña reconocen que las humanizaciones les convienen, no dejan de hablar del "enorme perjuicio económico", que les están causando, en especial en el casco histórico, una zona en recuperación. A cambio han pedido rebajas en los recibos municipales y ayudas que les compensen las "grandes pérdidas". Los ciudadanos lo llevan con más resignación. Incluso los más de 100.000 turistas, la mayoría británicos, que nunca han oído hablar del Plan E y que desembarcan en alguno de los cruceros que atracan en la ciudad caminan, plano en mano, como si las obras no fuesen con ellos.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 30 de agosto de 2009