De nuevo, tras el verano, constato que Europa como unión donde supuestamente ya no hay fronteras me falla. Y son las empresas y los bancos los que más tardan en ponerse a la hora europea, sacándonos los cuartos cuando decidimos viajar o recordándonos las viejas fronteras, que por lo visto a ellos sí les conviene mantener. ¿Por qué, por ejemplo, aún no podemos devolver en Toulouse un coche que hemos alquilado en Barcelona -sin que nos cueste, si acaso nos dejan, la intemerata- y sí en cambio podemos dejarlo en Madrid?
¿Por qué me cobra el sistema 4B, por poner otro ejemplo, un 8% en mis disposiciones en efectivo en el "extranjero"? ¿Por qué siguen haciendo su agosto las compañías telefónicas con sus roamings o itinerancias? ¿Por qué Renfe no puede venderme un trayecto de SNCF en Francia? Preguntas que quizá espoleen a nuestros legisladores a hacer más y mejor Europa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de septiembre de 2009