La verdad evidente, la verdad indiscutible, parece en vías de extinción. Todo es opinable. ¿Llegó el hombre a la Luna? La inmensa mayoría cree que sí, pero hay quien cree que no, que la NASA montó una farsa. ¿Fueron los atentados del 11-M organizados y ejecutados por terroristas islámicos? Hay quórum a favor del sí, pero existe una minoría apasionada convencida de que no, de que hubo algún tipo de conspiración más allá del fundamentalismo musulmán.
Las teorías conspirativas no son nuevas: el escritor Juan Carlos Castillón, en un ensayo sobre el asunto, demostró que en el siglo XVIII, cuando empezó a decaer la idea de Dios, los humanos le tomaron afición a atribuir lo que ocurre a la maquinación de una mente oculta y perversa. Cualquier cosa, antes que aceptar que el azar construye nuestras vidas.
Pero hay un fenómeno nuevo. Y el presidente Barack Obama acaba de referirse a él: "Temo que si la dirección de la información es todo blogosfera, todo opinión, sin una seria comprobación de los datos, acabemos gritándonos unos a otros en el vacío, sin llegar a entendernos".
A mí me interesa la blogosfera. Hay cosas que están muy bien por ahí, e incluso hay datos comprobados e informaciones fehacientes. No creo que Obama, que basó gran parte de su campaña electoral en las redes sociales y en la blogosfera, quisiera con esa frase descalificar el flujo informativo de la Red. Supongo que se refería, por elipsis, a la creciente descompensación: mientras florecen las iniciativas personales, decrecen las grandes audiencias. Y esas grandes audiencias, en las que solían basarse los medios de información tradicionales -papel, radio, tele- desaparecen por falta de fe. Si no se da por supuesto que un medio cuenta la verdad, hasta donde le ha sido honestamente posible alcanzarla, ¿qué sentido tiene seguirlo?
Un senador estadounidense ha presentado un proyecto de ley dirigido a ofrecer importantes ventajas fiscales a las empresas periodísticas que acepten reconvertirse en entidades sin ánimo de lucro. De momento, sólo ha obtenido apoyo de otro senador. Eso viene a suponer un 4% del Senado. Se han visto éxitos más apoteósicos.
No sé si la sociedad concedería más crédito a un medio sin ánimo de lucro. Quizá. Por el momento, no conozco ningún empresario del sector que dé crédito a la idea.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de septiembre de 2009