Las oficinas del Inem están desbordadas, paradójicamente se inundan de trabajo en periodos de escasa actividad, pero nunca se faltó tanto a la puntual cita con el café.
Las rebosantes salas no dan abasto a las interminables aglomeraciones de desempleados; a la llegada, no antes de un saludo, recibes unos formularios para rellenar, todavía no has disfrutado la posibilidad de explicarte y ya tendrás que estar muy atento si no quieres realizar un trámite no deseado.
La desinformación es una constante, es inversamente proporcional a las ganas que posee el personal de facilitártela ¿Será la falta de cafeína o las horas extras? No lo sé, no obstante no deberían olvidar que al fin y al cabo es mejor estar de ese lado del mostrador que del otro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de septiembre de 2009