Hace cuatro años, cuando Madrid perdió en Singapur la votación para organizar los Juegos de 2012, fue el efecto Blair, la visita del hiperactivo primer ministro británico y su discurso final ante el COI, el elemento que decidió finalmente la victoria de Londres, una candidatura que hasta entonces parecía condenada a quedarse de espectadora del duelo previsto entre París y la capital española.
No parece, vistas las reacciones en todo el mundo, que el anuncio de la visita de Barack Obama, estratégicamente efectuado a pocos días de la elección, le vaya a la zaga. A los pocos minutos de que la Casa Blanca confirmara los comentarios previos, el presidente de Estados Unidos (senador por Illinois y residente en Chicago, de donde es natural su esposa, Michelle, antes de partir hacia Washington) se convirtió en el protagonista único del proceso de designación de la ciudad que acogerá los Juegos de 2016.
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"El impacto de su presencia no se multiplica por dos, sino por 25", afirmó en el Chicago Tribune el italiano Ottavio Cinquanta, miembro del COI. Y en las respetadas cotizaciones del BidIndex, un índice a la manera bursátil que se basa en modelos matemáticos y estadísticos y que tiene en cuenta sobre todo los patrones del voto en anteriores elecciones, las acciones de Chicago subieron 1,23 puntos, colocándose a pocas décimas de las de Río de Janeiro, que mantiene el primer puesto igual que Madrid el último.
Pocos dudan de que la intensa agenda de los Obama en Copenhague, una mezcla de visita privada y de Estado, incluida una recepción de los reyes daneses, aún puede dar el último impulso a Chicago.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 30 de septiembre de 2009