Gracias a su información he podido comparar las remuneraciones que pagamos a los diferentes miembros de las administraciones del Estado. El resultado resulta desolador, a la vez que muy esclarecedor. Si partimos del sueldo de los miembros del Gobierno (cifras muy lógicas) vemos que a los presidentes de los dos organismos más desprestigiados de la Administración, como son el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, les pagamos aproximadamente un 60% más que al presidente y, lo que es peor, los simples vocales de estas dos instituciones cobran un 53% más que un ministro.
Teniendo en cuenta que estos vocales se limitan siempre a seguir a pies juntillas las órdenes de los partidos que les han puesto en el pesebre, se entiende muy bien el grado de sumisión que demuestran habitualmente. ¿Cómo es posible tamaño desatino? La respuesta es sencilla: los sueldos se los fijan ellos mismos.
Claro que la cuestión se relativiza cuando, páginas más adelante, conocemos que personas de niveles intelectuales destacadísimos como jugadores de béisbol, boxeadores y demás deportistas ganan sobre los 30 millones de euros anuales.
No quiero hablar de banqueros porque, en el fondo, cumplen a la perfección con su principal obligación: esquilmar al cliente, y por ello son remunerados munificentemente. No sé por qué me ha venido a la mente la caída del Imperio Romano. Decididamente, todos estamos locos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 5 de octubre de 2009